Cortázar, «el escritor eternamente joven», como recordó la poeta de 'Cosmoagonías', era «un símbolo que representó la revolución, aportó el toque de contemporaneidad, la actitud antiautoritaria, antisolemne, y con su reivindicación y uso del humor le hizo un gran bien a la literatura en castellano que a veces pecaba de solemnidad». Su rechazo a las «normas académicas, el hecho de que cambiara lo universitario y lo establecido le convirtieron en un símbolo para la Generación del 68 en América Latina, mientras la relación especial que creaba con el lector se fundamentaba en su forma de escribir».