martes, 24 de septiembre de 2019

Subversión en el ámbito educativo


Para cumplir con este “objetivo”, se organizó un aparato de espionaje dentro de las escuelas –infiltrando estudiantes, colocando en los cargos directivos agentes de las fuerzas de seguridad, logrando la “colaboración” de docentes y estudiantes- para detectar y delatar a quienes fueran opositores a los lineamientos educativos planteados por la dictadura y, a partir de esos datos, incorporarlos en las llamadas “listas negras”. En el año 1977, la dictadura militar publicó el documento Subversión en el ámbito educativo (Conozcamos a nuestro enemigo) y lo distribuyó en los colegios del país al inicio del ciclo lectivo del ’78, siendo de lectura obligatoria para los docentes. A su vez, desde el Ministerio de Educación y Cultura, se gestó la “Operación Claridad”. Se trataba de un plan a través del cual se pretendía identificar a los opositores al régimen en el ámbito cultural y de lograr la propugnada articulación entre libertad individual y colectiva a través del orden. Los integrantes de “El Proceso” se sentían amenazados por las ideas y proyectos extranjerizantes, por eso, buscaron restaurar los valores occidentales y cristianos y erradicar toda concepción ideológica que no fuera afín a esos contenidos.
Los sucesivos ministros -Bruera, Catalán, Llerena Amadeo, Burundarena y Liciardo- entendían que el ámbito de la cultura y la educación eran los más adecuados para que la subversión pudiera realizar su trabajo de captación ideológica. Por esa razón, trataron de ejercer un control estricto de esos dos ámbitos a partir de la producción de materiales que revelaran el accionar del enemigo y orientaran a los integrantes de la comunidad educativa para encarar la lucha contra él. La Resolución 538/77 firmada por el ministro Juan José Catalán expresaba que entre los Propósitos y los Objetivos Básicos del Proceso de Reorganización Nacional se encuentra:

“[…] la erradicación de la subversión en todas sus formas.
[…] la vigencia de los valores de la moral cristiana, de la tradición nacional y de la dignidad del ser argentino y la conformación de un sistema educativo acorde con las necesidades del país, que sirva efectivamente a los objetivos de la Nación y consolide los valores y aspiraciones culturales de ésta”.

En consonancia con lo expuesto resolvía:
“El folleto titulado “Subversión en el ámbito educativo (Conozcamos a nuestro enemigo)” se distribuirá en todos los establecimientos educacionales […]”

Fuente: cen7.wordpress.com

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miércoles, 18 de septiembre de 2019

Formación docente y pensamiento crítico en Paulo Freire

Este libro que tengo el enorme gusto de haber sido invitada a presentar, gestado desde un ámbito de pensamiento latinoamericano –el espacio político – pedagógico del grupo de Trabajo de CLACSO “Formación docente y pensamiento crítico”-, convoca a una reflexión necesaria y urgente, en el momento histórico en que la Región se enfrenta al avance sin precedentes de una cultura neoliberal, donde se renuevan amenazas de proscripciones del autor nordestino. 


Para ese proyecto, que supone que el mejor modo de organizar la sociedad es la competencia, que condena al sufrimiento a millones de personas nacidas en los contextos más desfavorecidos, que pone en riesgo la misma perdurabilidad del planeta que nos cobija, el principal objetivo de la educación es el de formar sujetos adaptados, capaces de entrar de modo exitoso en esa lógica destructiva. “Recursos humanos”, fuerza de trabajo adecuada a los requerimientos a la lógica de la ganancia, consumidores siempre a la búsqueda de nuevas satisfacciones ofrecidas en la publicidad. Pone en cuestión el lugar que la educación ha tenido, desde por lo menos el siglo XIX, en la construcción de identidades nacionales, de sociedades democráticas, de trama social, de lazos comunitarios. 
Ese es el contexto general en el cual surge la preocupación general que organiza este texto. Es decir, esta es una investigación a contrapelo de lo que está siendo el discurso hegemónico, que requiere otro tipo de educadores (o su desaparición con ayuda de la tecnología). No necesita maestros y maestras con pensamiento crítico, formados y formadas en un pensamiento solidario, de construcción de proyectos de futuro. No busca educadores ni educadoras que busquen sociedades que garanticen derechos, que avancen en lógicas igualitarias, que sostengan a los más débiles y vulnerables; con capacidad de decisión personal, con autoridad pedagógica, que organicen proyectos escolares vinculados a prospectivas de sociedades inclusivas cada vez más amplias. 
Por eso, por la problemática que plantea y por el lugar de enunciación en primer lugar, decimos que éste es un libro muy oportuno, que hacía falta, que viene muy bien.

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