lunes, 13 de noviembre de 2017

Educomunicación

«En la medida en que progresen estas tecnologías, vayamos directo hacia el wifi y los ordenadores más pequeños, se abaraten las tecnologías y se vuelvan más audiovisuales, sin ninguna duda la gramática escolar antigua va a ser sustituida por una gramática de la cultura audiovisual, con un estilo diferente, con más nervio, con más sentido de la actualidad. El problema es qué generación de profesores asumirá esto.»
(José Manuel Pérez Tornero)

El hecho educativo es, esencialmente, un hecho comunicativo. Hoy es impensable hablar de comunicación y de educación como de procesos diferentes. Los procesos de comunicación son componentes pedagógicos del aprendizaje. Oí por primera vez el concepto en el entorno, tal vez a él mismo, de Paulo Freire, en Chile por los años 70. Después lo volví a percibir en Argentina, en un encuentro con educadores al que asistía Mario Kaplún. A pesar de que ya andaba yo en aquellos tiempos enredado en la comunicación y en la educación, y que participaba plenamente de las ideas de Freire y de Kaplún, me costó un poco el aceptar el término, tal vez por mi reticencia a utilizar nuevos vocablos. La UNESCO lo aceptó en 1979, y de ahí su recorrido fue rápido en América, en relación con la educación popular, y más lento en Europa, pero imparable. Acepté el término y la ideología que lo sustenta y he intentado, desde hace muchos años, ser educomunicador con todas sus consecuencias. 
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La educomunicación solamente se puede entender en un contexto de cambio cultural, revolucionario, dialógico, que nunca se acaba, dialéctico, global, interactivo, que adquiere su pleno sentido en la educación popular, en la que comunicadores/educadores y receptores/alumnos, enseñan y aprenden al mismo tiempo, pues son alternativamente emisores y receptores. La relación pedagógica se convierte en una situación de aprendizaje compartido entre los que se comunican entre sí y que, al hacerlo, construyen el hecho educativo, cuyo principal objetivo es el de desarrollar un pensamiento crítico ante la situación del mundo y sus mensajes.
Quienes nos consideramos educadores basamos nuestra acción en la relación con otras personas, en la comunicación con los demás. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, sin duda nos ayudan a ello, aportan nuevas visiones y contactos y, sobre todo, son un desafío para nosotros. Los nuevos ciberespacios educativos implican un avance espectacular y al mismo tiempo nos obligan a los educomunicadores a ser más conscientes del sentido dialógico, solidario, personal e intercultural y diferenciar claramente la comunicación del terreno de los aparatos, programas y cachivaches para centrarlo en los procesos sociales y personales, en la reflexión colectiva, en la participación y en la búsqueda común y creativa de soluciones a los problemas cercanos y lejanos del mundo.
Esto nos obliga a tener en cuenta también la importancia mediadora de los medios, hoy fundamentalmente los que utilizan la tecnología digital, y la convergencia de diferentes lenguajes, en un mundo globalizado económicamente, en el que hay conceptos, contenidos y estructuras que no pueden ser ajenas a la red, a la interacción, a la interculturalidad, al trasvase vertiginoso de la información, a estructuras no lineales y a la responsabilidad de los usuarios como productores de información.
La educomunicación, ayuda, además, a dirigir la mirada en los principales problemas del mundo: la participación de todas las personas, la defensa de los derechos humanos, la multiculturalidad, el medio ambiente, la paz, la libertad de expresión y de comunicación...
El Grupo Comunicar, desde 1986, ha sido un punto de encuentro y dinamización de quienes en todo el mundo se plantan la importancia de la educación y la comunicación como procesos de cambio.


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