Permítame una digresión. Aunque
parezca una locura, yo creo que ESTA es la oportunidad. ¿Qué oportunidad,
estará pensando usted?
Me explico. No sé si es lo que
cada uno de nosotros estaba buscando, pero es un DESAFÍO de la historia.
Estamos viviendo un momento muy particular. Ciertamente no es el único. Alguna
vez empezó a haber electricidad. Y después llegaron los teléfonos. Y
aparecieron los aviones. Y el automóvil.
Algunos de nosotros, como yo por
ejemplo, nacimos en una época en donde no había televisión. Y cuando
empezó, la tenían muy pocos. Era una demostración de ‘status social’. Pero en
esa misma época, para ser considerado una persona ‘alfabeta’, alcanzaba con
¡saber leer y escribir! Hoy ciertamente esas son condiciones necesarias, pero
claramente no suficientes.
Para las personas de mi edad, o
en un entorno, hay que aprender a ‘coexistir’ con el miedo a NO
SABER. No estábamos preparados para esto.
De hecho, cuando aparecieron las
videograbadoras, las videocassetteras, pocos sabían cómo programarlas. Claro:
era mucho más difícil que hoy, pero se podía. Los más jóvenes, los más niños…
ellos, a ellos sí les ‘salía’ natural… fácil. Igual que sucede
hoy con los teléfonos celulares, o las apps con que los pueblan.
A nosotros nos enseñaban con tiza
y pizarrón. Y papel secante. Y lapicera a fuente. No nos dejaban usar birome…
¡y no se podía tachar! ¡No se podía borrar! ¿Por qué habrá pasado eso? ¿Qué es
lo que no nos querían dejar hacer? ¿Es que querían que expusiéramos nuestros errores? Nunca
entendí lo que había detrás de esa imposición.
Y ni hablar de quienes habían
nacido zurdos. Yo tenía un compañero de banco, en la escuela primaria, a quien
la maestra ¡¡¡le ‘ataba el brazo en la espalda’, para que no tomara la lapicera
(o el lápiz) con la mano izquierda!!!. Y si lo veía haciéndolo, ¡le pegaba con
una regla! Y créame, a mí no me lo contaron: yo viví esa época. Recuerdo que
pensaba en silencio: ¡Menos mal que no nací zurdo! ¿Qué estaremos
haciendo hoy que es aceptado socialmente como en aquella época se aceptaba que
una maestra le pegara a un alumno con una regla? De todo lo que vivimos hoy
como natural, o al menos aceptable, dentro de 40 ó 50 años habrá
quienes piensen: ¡Qué bestias!
Pero hoy, cuando los jóvenes
están como ensimismados jugando a los videojuegos, aparecen las críticas feroces
porque parecen aislados de todo. Y escucho: ‘Nosotros nos comunicábamos
personalmente, generábamos relaciones interpersonales’. Sí, claro, pero es que…
¡no teníamos otra alternativa!
Le propongo pensar esto: si en nuestra
época hubiera habido videojuegos, redes sociales e internet (por poner solo
algunos ejemplos) y nosotros hubiéramos ELEGIDO no usarlos para
comunicarnos en tres dimensiones y en forma personal, cara a cara… entonces SÍ,
yo diría que éramos distintos. Pero no era así. No fue así. Nosotros no
pudimos optar. Elegíamos vivir de esa forma porque no nos quedaba otra
alternativa. Entonces la comparación no tiene sentido. Ni nosotros éramos
mejores ni los jóvenes de hoy son peores. Y acá voy a filtrar una opinión
personal, controversial: yo creo que ‘a diferencia de todo lo que escucho hoy,
que todo tiempo pasado fue mejor’, yo quisiera decir que estoy
fuertemente en desacuerdo: yo creo que este tiempo es mucho mejor, que estas
generaciones son mucho mejores, los niños/jóvenes están mucho más preparados y
el compromiso pasa por otro lugar. Pasa por ofrecerles a todos los
niños las mismas posibilidades, y no aceptar que estas condiciones solo nos
beneficien a unos pocos y que dependa del poder adquisitivo o de la cuenta
bancaria. ESO es lo que tiene que cambiar.
Mi padre solía sentarse conmigo
cuando venía de trabajar y me decía: “Explicame qué es lo que tienen estas
canciones (las de los Beatles) que a vos te enloquecen y yo no entiendo”. Y
tenía razón. No sé qué le habré contestado yo, pero mi ‘viejo’ me decía: “El
día que a mí me parezca que es una locura lo que hacen “ustedes” (los
jóvenes), será porque me he vuelto viejo”. ¡Y cuánta razón tenía!
Y creo que eso es lo
que nos pasa a nosotros. Nos cuesta trabajo ‘aceptar las diferencias’. Ni mejor,
ni peor: distintos.
Por eso, cada vez que aún hoy voy
a dar una charla, pido que me preparen un pizarrón (o pizarrones), tiza y
borrador. Así fue siempre para mí. Me siento más cómodo así que con
pizarras digitales, de colores…
Pero para entrar en el mundo
digital, es necesario prepararse a ‘saberse VULNERABLE’, saber que uno tendrá
que aprender a decir ‘no sé’.
Y una vez más, ¿qué problema hay
en decir “no sé”? Es que de alguna forma, decir que uno no sabe nos
‘fuerza’ a aprender junto con los alumnos. ¿Y? ¿Es acaso una
deshonra?
Aquí y ahora, otra afirmación
temeraria que asumo controversial: si no queremos que la escuela desaparezca
como tal (aunque creo que vamos encaminados hacia allá), necesitamos introducir
la ‘educación horizontal’, en donde en aras de ‘socializar el conocimiento’,
quien sepa algo, lo reparta, lo distribuya, lo participe. No importan las
edades, no importan los grupos: ‘Si vos sabés algo contalo, enseñalo’. En
algún sentido, nos educamos todos simultáneamente, sin imposiciones ‘verticales’
ni principios de autoridad que valgan.
Vivimos una época de transición,
cambiaron y cambian los métodos, cambian los programas, cambian las formas de
enseñar. Y justamente ese es el gran desafío que tenemos.
Estamos ubicados en un lugar muy particular de la Historia. Como
escribí más arriba: nacimos en la era analógica y tenemos que enseñar y/o
aprender en la era digital.
Cuando yo era niño, las dos fuentes
esenciales de información y formación eran la casa y la escuela.
Hoy siguen existiendo, siguen estando allí, pero les han nacido competencias
brutales: internet, las redes sociales, Facebook, Twitter, Snapchat, Instagram,
WhatsApp… ¿Quiere seguir usted con la lista?
Pero así como en algún momento
los autos reemplazaron a los caballos, e internet a las palomas mensajeras o al
telégrafo, es totalmente inútil resistirse, es como tratar de tapar el sol con
la mano: las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, la forma en la que
‘hoy aprenden las computadoras’, los desafíos están en otro lugar. Justamente,
cuando aparecieron los automóviles los tenían pocas personas. Esas personas
eran los poderosos, porque tenían la ventaja de ir más rápido y encima,
elegir dónde ir.
Quienes tenían dinero podían
viajar, comunicarse, interrelacionarse, crear una red de personas ‘conocidas’
con las que se mejoraban mutuamente. Internet reemplazó todo eso. La cantidad
de gente que tiene automóviles es mucho mayor, quienes viajan en avión también,
pero todavía estamos muy lejos de poder afirmar que eso es ‘para todo
el mundo’. En algún sentido, es como si todavía hubiera una parte ‘enorme’ de
la sociedad que todavía sigue yendo ‘a caballo’, todavía no tiene acceso a la
mejor educación, a la mejor salud, a la mejor comunicación… No tiene acceso al
conocimiento, y por lo tanto, no tiene poder. Así como la
distribución de la riqueza material es tan dramáticamente injusta, también la
riqueza intelectual lo es. Ese es también el desafío del
que escribí (o quise hacerlo) más arriba.
Pero volviendo a la educación
convencional, hoy pasan otras cosas en simultáneo. Algunos
tienen/tenemos acceso, y otros no solo no acceden, sino que ni siquiera saben
que no tienen acceso porque ni siquiera saben que determinadas cosas existen o
no ven lo que sucede en otro lado. Aquellas mismas personas (docentes
por ejemplo, padres de mi generación por poner otro ejemplo) vivimos
una vida enseñando y pensando de una determinada manera, y de pronto hoy nos
dicen que esa metodología es obsoleta, que no sirve más, que lo que
nosotros aprendimos a hacer ¡ya fue! ¡Hay que enseñar de otra manera… si no,
uno no puede subsistir!
Supongamos que esto fuera cierto,
aunque la afirmación es demasiado categórica como para ser verdadera sin
aportarle matices. Pero, supongamos que fuera así: entonces, ¿qué hacemos con
todos los docentes? ¿Quién los prepara para lo nuevo que se viene o
que ya se vino? ¿Qué lugar ocuparán ellos/nosotros?
Al mismo tiempo, ahora mirado
desde nuestro lado, es necesario reinventarnos, tolerar la
herida al narcisismo que representa descubrir que los alumnos, a quienes
‘supuestamente’ les estamos enseñando, terminen enseñándonos a nosotros.
Para enfrentar esta situación es necesario procurarnos dosis enormes de
humildad y tolerancia, no tanto hacia ellos –lo cual es una obviedad— sino a
nosotros mismos mientras recorremos esta situación nueva.
Para terminar, o al menos poner
una pausa: todo lo que escribí acá arriba son ‘digresiones’. No sé bien a quién
me dirijo, ni sé bien si estoy totalmente de acuerdo con lo que escribí. Pero
hoy la educación convencional tal como la conocimos en el siglo XX y parte del
XXI no tiene futuro. De eso no tengo ninguna duda.
Decidir qué hacer, cómo hacer,
requiere de creatividad y sobre todo, de prueba y error, pero más
importante todavía, requiere de la coparticipación de los supuestos
‘enseñados’. En algún momento, un profesor ‘dictaba clase’. ¿Se puso
alguna vez a pensar en eso? ¡¡¡Dictaba clase!!! El profesor hablaba, y los
alumnos, a quienes ‘casi’ no se les permitía levantar la mirada del papel,
copiaban lo que el docente les ‘dictaba’.
Pasó mucha agua bajo el puente.
Hoy toca mezclar y dar de nuevo. ¡Qué gran desafío y qué lástima que ya no voy
a poder ver cómo va a seguir! Pero usted sí: prepárese no solo para verlo, sino
para transformarlo y producirlo.
Por Adrián Paenza
Fuente: www.elcohetealaluna.com
Actividad:
- ¿Por qué habla de una digresión? Digresión: desviación
en el hilo de un discurso oral o escrito para expresar algo que se aparta del
tema que se está tratando.
- Según el texto ¿Qué
currículos ocultos institucionales plantea el autor?
- ¿Cuánto tiene que ver
lo generacional en el modo de ver la educación?
- ¿Cómo se puede llevar a
la práctica el desafío que plantea Paenza?
- ¿Cuál es el rol docente
que establece el autor?
- ¿Por qué drásticamente delimita
como una condición socio-económica el acceso al conocimiento?
- ¿Cuál es la perspectiva
del autor (tesis)?