Laten
en el Perú las primeras inquietudes feministas. Existen algunas células,
algunos núcleos de feminismo. Los propugnadores del nacionalismo a ultranza
pensarían probablemente: he ahí otra idea exotica, otra idea forastera que se
injerta en la mentalidad peruana.
Tranquilicemos
un poco a esta gente aprensiva. No hay que ver en el feminismo una idea
exótica, una idea extranjera. Hay que ver, simplemente, una idea humana. Una
idea característica de una civilización, peculiar a una época. Y, por ende, una
idea con derecho de ciudadanía en el Perú, como en cualquier otro segmento del
mundo civilizado.
El
feminismo no ha aparecido en el Perú artificial ni arbitrariamente. Ha
aparecido como una consecuencia de las nuevas formas del trabajo intelectual y
manual de la mujer. Las mujeres de real filiación feminista son las mujeres que
trabajan, las mujeres que estudian. La idea feminista prospera entre las
mujeres de oficio intelectual o de oficio manual: profesoras universitarias,
obreras. Encuentra un ambiente propicio a su desarrollo en las aulas
universitarias, que atraen cada vez más a las mujeres peruanas, y en los
sindicatos obreros, en los cuales las mujeres de las fábricas se enrolan y
organizan con los mismos derechos y los mismos deberes que los hombres. Aparte
de este feminismo espontáneo y orgánico, que recluta sus adherente entre las
diversas categorías del trabajo femenino, existe aquí, como en otras partes, un
feminismo de diletantes un poco pedante y otro poco mundano. Las feministas de
este rango convierten el feminismo en un simple ejercicio literario, en un mero
deporte de moda.
Nadie
debe sorprenderse de que todas las mujeres no se reúnan en un movimiento
feminista único. El feminismo tiene, necesariamente, varios colores, diversas
tendencias. Se puede distinguir en el feminismo tres tendencias fundamentales,
tres colores sustantivos: feminismo burgués, femininismo pequeño-burgués y feminismo
proletario. Cada uno de estos feminismos formula sus reivindicaciones de una
manera distinta. La mujer burguesa solidariza su feminismo con el interés de la
clase conservadora. La mujer proletaria consustancia su feminismo con la fe de
las multitudes revolucionarias en la sociedad futura. La lucha de clases –hecho
histórico y no aserción teórica- se refleja en el plano feminista. Las mujeres,
como los hombres, son reaccionarias, centristas o revolucionarias. No pueden,
por consiguiente, combatir juntas la misma batalla. En el actual panorama
humano, la clase diferencia a los individuos más que el sexo.
Pero
esta pluralidad del feminismo no depende de la teoría en sí mismo. Depende. Más
bien, de sus deformaciones practicas. El feminismo, como idea pura, es
esencialmente revolucionario. El pensamiento y la actitud de las mujeres que se
sientan al mismo tiempo feministas y conservadoras carecen, por tanto, de
íntima coherencia. El conservatismo trabaja por mantener la organización
tradicional de la sociedad. Esa organización niega a la mujer los derechos que
la mujer quiere adquirir. Las feministas de la burguesía aceptan todas las
consecuencias del orden vigente, menos las que se oponen a las reivindicaciones
de la mujer. Sostienen tácitamente la tesis absurda de que la sola reforma que
la sociedad necesita es la reforma feminista. La protesta de estas feministas
contra el orden Viejo es demasiado exclusiva para ser válida.
Cierto
que las raíces históricas del feminismo están en el espíritu liberal. La revolución
francesa contuvo los primeros germens del movimiento feminista. Por primera vez
se planteó entonces, en terminos precisos, la cuestión de la emancipación de la
mujer. Babeuf, el leader de la conjuración de los iguales, fue un assertor de
las reivindicaciones feministas. Babeuf arengaba así a sus amigos: “no
impongáis silencio a este sexo que no merece que se le desdeñe. Realzad más
bien la más bella porción de vosotros mismos. Si no contáis para nada a las
mujeres en vuestra república, haréis de ellas pequeñas amantes de la monarquía.
Su influencia sera tal que ellas la restaurarán. Si, por el contrario, las
contáis para algo, haréis de ellas Cornelias y Lucrecias. Ellas os darán
Brutos, Gracos y Scevolas.” Polemizando con los anti-feministas, Babeuf hablaba
de “este sexo que la tiranía de los hombres ha querido siempre anonadar, de
este sexo que no ha sido inútil jamás en las revoluciones”. Mas la revolución
francesa no quiso acordar a las mujeres la igualdad y la libertad propugnadas
por estas voces jacobinas o igualitarias. Los Derechos del Hombre, como una vez
he escrito, podían haberse llamado, más bien Derechos del Varón. La democracia
burguesa ha sido una democracia exclusivamente masculina.
Nacido
de la matriz liberal, el feminismo no ha podido ser actuado durante el proceso
capitalista. Es ahora, cuando la trayectoria histórica de la democracia llega a
su fin, que la mujer adquiere los derechos políticos y jurídicos del varón. Y
es la revolución rusa la que ha concedido explícita y categóricamente a la
mujer la igualdad y la libertad que hace más de un siglo reclamaban en vano de
la revolución francesa Babeuf y los igualitarios.
Mas
si la democracia burguesa no ha realizado el feminismo, ha creado
involuntariamente las condiciones y las premisas morales y materiales de su
realización. La ha valorizado como elemento productor, como factor económico,
al hacer de su trabajo un uso cada día más extenso y más intenso. El trabajo
muda radicalmente la mentalidad y el espíritu femeninos. La mujer adquiere, en
virtud del trabajo, una nueva noción de sí misma. Antiguamente, la sociedad
destinaba a la mujer al matrimonio o a la barraganía. Presentemente, la
destina, ante todo, al trabajo. Este hecho ha cambiado y ha elevado la posición
de la mujer en la vida. Los que impugnan el feminismo y sus progresos con
argumentos sentimentales o tradicionalistas pretenden que la mujer debe ser
educada sólo para el hogar. Pero, prácticamente, esto quiere decir que la mujer
debe ser educada sólo para funciones de hembra y de madre. La defensa de la
poesía del hogar es, en realidad, una defensa de la servidumbre de la mujer. En
vez de ennoblecer y dignificar el rol de la mujer, lo disminuye y lo rebaja. La
mujer es algo más que una madre y que una hembra, así como el hombre es algo
más que un macho.
El
tipo de mujer que produzca una civilización nueva tiene que ser sustancialmente
distinto del que ha formado la civilización que ahora declina. En un artículo
sobre la mujer y la política, he examinado así algunos aspectos de este tema:
“a los trovadores y a los enamorados de la frivolidad femenina no les falta
razón para inquietarse. El tipo de mujer creado por un siglo de refinamiento
capitalista está condenado a la decadencia y al tramonto. Un literato italiano,
Pitigrillo, clasifica a este tipo de mujer contemporánea como un tipo de
mamífero de lujo.
“Y
bien, este mamífero de lujo se irá agotando poco a poco. A medida que el
sistema colectivista reemplace al sistema individualista, decaerán el lujo y la
elegancia femininas. La humanidad perderá algunos mamíferos de lujo; pero
ganará muchas mujeres. Los trajes de la mujer del futuro serán menos caros y
suntuosos; pero la condición de esa mujer sera más digna. Y el eje de la vida
femenina se desplazará de lo individual a lo social. La moda no consistirá ya
en la imitación de una moderna Mme. Pompadour ataviada por Paquín. Consistirá,
acaso, en la imitación de una Mme. Kollontay. Una mujer, en suma, costará
menos, pero valdrá más.
El
tema es muy vasto. Este breve artículo intenta únicamente constatar el carácter
de las primeras manifestaciones del feminismo en el Perú y ensayar una
interpretación muy sumaria y rápida de fisonomía y del espíritu del movimiento
feminista mundial. A este movimiento no deben ni pueden sentirse extraños ni
indiferentes los hombres sensibles a las grandes emociones de la época. La
cuestión femenina es una parte de la cuestión humana. El feminismo me parece,
además, un tema más interesante e histórico que la peluca. Mientras el
feminismo es la categoría, la peluca es la anécdota.
Escrito: Redactado por José Carlos Mariátegui en
1924.
Publicado por vez primera: Mundial, 19 de diciembre de 1924, Lima - Perú. (Aparece en el tomo14, Temas de educación, de la colección "Obras Completas de J. C. Mariategui" de Biblioteca Amauta.)
Preparado para el Internet: Marxists Internet Archive, marzo de 2008.
Publicado por vez primera: Mundial, 19 de diciembre de 1924, Lima - Perú. (Aparece en el tomo14, Temas de educación, de la colección "Obras Completas de J. C. Mariategui" de Biblioteca Amauta.)
Preparado para el Internet: Marxists Internet Archive, marzo de 2008.
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