Dialéctica de la Ilustración (DI) es un libro extraordinario y extraño
a la vez. Extraordinario, por la densidad tanto de su contenido como
de su expresión literaria; extraño, porque su relevancia e influjo en la
historia política y cultural europea de la segunda mitad de este siglo
está en proporción inversa al número de sus lectores.
Publicado originariamente, bajo el título de Fragmentos filosóficos, en 1944 en una
edición fotocopiada de quinientos ejemplares, apareció como libro, ya
con el título de Dialéctica de la Ilustración, tres años más tarde, y de
esta primera edición aún se hallaban ejemplares a la venta a finales de
los años cincuenta.
En 1966 apareció, sin mayor resonancia, la traducción italiana. Hasta 1969 no fue reeditado en Alemania y, a pesar
de haber sido escrito en Estados Unidos, no hubo traducción inglesa
hasta 1972. Fue sólo a partir de estas fechas cuando su contenido
caló, al fin, en la conciencia histórica a través del movimiento estudiantil, y desde entonces se ha convertido en uno de los textos más explosivos, y también más explotados, de la filosofía europea contemporánea, aun cuando ni ha sido, seguramente, leído por muchos, ni su
texto se presta a ello, ni su contenido es precisamente el más revolucionario.
La «dialéctica de la Ilustración» expresa, de entrada, la conciencia
de la densa complejidad de los procesos que dieron lugar a la modernidad y ahora están a punto de superarla sin llevar consigo hacia
adelante sus momentos de verdad. Y significa, además, que esos procesos y la situación a la que nos han conducido están marcados por
una grave y fundamental ambigüedad: que pueden realizar la Ilustración, pero también liquidarla. Lo cual sucede siempre que se ignora u
olvida aquella dialéctica.
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