Revista de Filosofía y Teoría
Política
1992, no. 28-29, p. 23-28
De Alcira Bonilla
La pregunta por los rasgos del
desarrollo del pensamiento filosófico en América Latina, las posibilidades de
una creación filosófica original y la dirección Que ésta debería tomar
constituye hoy un tópos en los trabajos de los historiadores del pensamiento y
de los filósofos latinoamericanos mismos, quienes, en su afán cuestionador,
-parecen prolongar pretensiones románticas del siglo XIX. Las circunstancias,
sin embargo, tornan legítimos estos interrogantes.
El filósofo europeo o de América
Septentrional afronta su tarea desde la previa instalación en una tradición de
pensamiento Que parte de la filosofía presocrática, medio propio y territorio
conocido de categorías por el Que transita con familiaridad, aún cuando adopte posturas
críticas. Es máS, forma parte de una cultura Que desde el siglo IX se
desarrolla en el marco fijo de un conjunto de pueblos Que no sufrirá alteración
importante alguna hasta el presente.
El pensador latinoamericano,
inversamente, pertenece a culturas nuevas y sincréticas Que integran
conflictivamente elementos de procedencia dispar y Que, a lo largo de su
historia, han dependido de los países centrales, sea en las formas abiertas del
dominio político, sea en las encubiertas del económico, con el consiguiente
sojuzgamiento de los restantes componentes de la cultura.
La filosofía latinoamericana nace
y se desenvuelve como resultante de esta situación, pero sin reconocerla.
Heredera de la tradición filosófica española primero y, luego, de las
corrientes de los centros de poder, en cuanto creación original se encuentra
condenada al fracaso.
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