Resonancias vol. 18, n°34, enero-junio 2014, pp. 69-87.
Tener un enemigo y defenderte de
él te hace funcionar el bocho.
Charly García
Durante la última dictadura
militar en Argentina (1976-1983) el rock nacional argentino llegó a ocupar un
lugar –antes ocupado por el rock anglo– que aún mantiene. Este crecimiento
acelerado tuvo una relación directa con el accionar de la censura y el discurso
militar que se basaba en la lucha contra un supuesto “enemigo”. Lo interesante
radica en que el primer enemigo creado por la junta militar era el “joven”, que
por su adicción al rock –se decía– se convertiría en subversivo, por lo cual el
rock fue perseguido por la censura. Sin embargo, al declarar la guerra contra
Inglaterra en 1982, surgió otro enemigo. El régimen entendió que necesitaba el
apoyo de los jóvenes, por lo que de ser enemigos pasaron a ser convocados a
colaborar con el régimen cediéndoseles espacios públicos para persuadir a la
población, a través de su música, a apoyar la guerra. Sí bien el régimen
parecía tener claro que la música cumplía una función social y política
importante, no contó con que, lejos de apoyar la guerra y el discurso épico de
los militares, el rock nacional usaría ese mismo escenario para resistir,
disentir y expresar su solidaridad con los rockeros y ciudadanos ingleses.
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