La sociedad de hoy, está en crisis y la escuela, no escapa de ésta realidad. Les docentes, ingresamos a un sistema estructurado de hace más de cien años, en el cual se tiene que convivir con distintos paradigmas subjetivos sobre el acto de educar.
Más allá, de la Ley de Educación
Nacional N°26.206 que tiene como objetivo regular el ejercicio del derecho de
enseñar y aprender, les educadores llevan consigo mismo un devenir de prácticas
que rompen y oscilan al abismo de lo delineado en la teoría.
Por ende, el aula, es el contexto en el
que se desarrolla el proceso de enseñanza-aprendizaje y es un gran espacio de
transformación, pues, desde mi experiencia como estudiante en los ´90, ha
transitado de ser un lugar en el que simplemente se transmitían conocimientos
de docente a estudiantes a un espacio dialéctico de aprendizaje y
transformación en el que les estudiantes se han convertido en el centro de la
clase.
Entiendo, desde mi posicionamiento
docente, que debe ser un espacio de transformación en el que el eje sea la
palabra y que el error no sólo esté permitido sino que además sirva como aprendizaje
para todes les estudiantes que conforman el grupo. David Perkins asegura que
“El error ya no es considerado aquí una deficiencia de parte del alumno, ni
tampoco una falla del programa. Se le reconoce su derecho a estar en el centro
del proceso de aprendizaje.”[1]
De esta manera, como docente en
ejercicio de la educación secundaria considero primordial abordar la temática
relativa a la identidad en todas sus expresiones, metáforas, simbolismos,
connotaciones y denotaciones que de ella se desprenden. Porque estamos
inducidos por una cultura del consumo que intenta proyectar en les adolescentes
un sinfín de sueños de cartón (del mismo modo que lo hacía el senador Onésimo
Sánchez con los habitantes de Rosal del Virrey, ese pueblecito ilusorio inmerso
en un desierto de salitre del que nos habla García Márquez, en uno de sus cuentos[2]),
y así la identidad del consumo está tapando con cartón la identidad nacional,
social y cultural de su expresión más profunda.
Esta identidad moderna asumida como globalizada, tan solo en
sus miserias, más no en sus valores más humanitarios. Asistimos, de esta
manera, al circo de lo estético, como decía Eduardo Galeano “vivimos en la
cultura del envase que desprecia el contenido” por lo cual asumo con total
compromiso como educador la necesaria determinación y práctica de una educación
que se oponga a estos valores del envase en todas sus aristas.
Como problemáticas, conceptualizo el ejercicio de poner en
cuestión la información que se nos brinda, a la que accedemos o la que podemos
percibir desde lejos. Que el aula se transforme en el espacio en el que habitan
las dudas, los cuestionamientos, el reconocimiento de los dobleces, de lo no
dicho en las letras grandes y también en las pequeñas.
Fomentar, entonces el
pensamiento crítico empíricamente, no simplemente como un discurso pedagógico
que decora con palabras hermosas una educación de cotillón que se oculta en
Paulo Freire para legitimar políticas educativas de vaciamiento cultural,
étnico, político, indigenista y latinoamericano.
Entonces, volver a la raíz: La matria y no la patria, sí en
verdad queremos, deseamos, promulgamos la construcción de una sociedad que se
desarraigue del dictamen patriarcal. Una educación libertaria, liberadora en
cuyos matices se vislumbren también, las contradicciones y conflictos de clases
que subyacen en todas las relaciones de poder.
¿De qué modo, entonces, demostrar a les adolescentes de estos
tiempos que valen más que las bala que los mata o que el celular IPhone jz7684
que les hacen creer que valen? Necesitamos, a la luz de este panorama, de
manera urgente con calidad esencial y vital una educación humanizada.
Simultáneamente, profundizar el acto de comunicar como praxis
vital en una sociedad. Sí comprendemos al ser humano como individuo social que
necesita comunicarse para subsistir. ¿De qué modo y bajo qué herramientas se
están comunicando nuestres pibes en las aulas a las que vamos? ¿Cuáles son sus
aspiraciones comunicacionales? ¿Qué nos están comunicando cuando nos comunican?
¿Somos capaces de leer estos lenguajes que se ponen en juego en esta era
digital de la que elles forman parte intrínsecamente? ¿Qué otra posibilidad de
comunicación podemos brindarles? Como educadores, el objeto de enseñanza y
aprendizaje debería sumergirse en estas aguas ambiguas en las que nadamos sin
entrar en el riesgo del hundimiento del recurso humano, irremplazable.
En este sentido, en la actualidad, los
medios de comunicación y las tecnologías de la información son los que están
socializando a les adolescentes porque les proporcionan modelos y pautas de
comportamiento en su cotidianidad. Como nos menciona Martín Jesús Barbero, ‘’la
nueva sensibilidad’’ en la que al parecer ni la familia y la escuela parecen
entender, es dónde se sienten más cómodos les jóvenes.
Los medios enlazados a
la cotidianeidad, semióticamente encadenados a mostrar una realidad conveniente
para un grupo de elite que se apropia de la cultura popular y no popular y que
todo lo mercantiliza, también la educación.
¿Las tics como herramienta o como objeto en sí mismo? Ese es
el desafío. Si tecnologizamos la educación, lo estamos viendo en el contexto
actual: la tecnología no es capaz de reemplazar el vínculo humano que se teje
entre un educador, formador, maestro y sus educandos. El acceso a las mismas,
la brecha digital no es más que un espejo que refleja la desigualdad social que
existe en el sistema.
No obstante, la mediación tecnológica rompió la línea del
saber: escuela-libro[3]
para brindar una relación
entre él y la docente, les estudiantes y el contenido, bajo el uso de las
nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC). Y así, surge el
educador y educadora como guía.
En la actualidad la escuela ya no representa el único saber
legítimo, hay otras agencias de producción cultural (internet, tele,
videojuegos) que tienen potencial educativo: enseñan reglas, formas de
analizar, posicionamiento y realidades diversas. Frente a este escenario, el
saber se produce en muchísimos espacios. Lo importante es que quienes somos
educadores y comunicadores podamos hacer posible que en esos espacios en donde
les jóvenes o cualquier sujeto vive, haga su vida cotidiana para construir
saberes o incrementarlos.
En este contexto el curriculum cobra otros sentidos: como en
sus inicios se ocupó de enseñar saberes relevantes (del mundo del trabajo y
tecnológicos) pero con propuestas alternativas: contenidos desafiantes, éticos
e intelectuales, y no sólo entretenidos, en miras a la sociedad que se desea a
largo plazo, hacia el futuro.
Por su parte, Inés Dussel considera que
el debate sobre las nuevas tecnologías y su impacto en el sistema educativo
debiera partir de la responsabilidad de las políticas públicas, de los sistemas
educativos y de les adultos respecto de los usos y prácticas que se producen en
torno a ellas.[4]
Plantearnos, desde las instituciones
educativas a través del curriculum la necesidad de construir el sentido social
del saber contra una construcción social del sentido. El curriculum escolar
entonces se encuentra desafiado por estas nuevas dinámicas que rompen con las
propuestas del curriculum moderno pensado con un orden secuencial y horizontal
de los saberes. No es solo el Estado quien dispone o disputa aquella autoridad
cultural, sino también las industrias culturales de las grandes transnacionales
de la comunicación quienes se encuentran mezcladas en esta contemporaneidad.[5]
Es cuestionarnos, ¿Qué se enseña en la
escuela? ¿Para qué lo enseña? ¿Cuáles son las actividades educativas en la
escuela? ¿Cuáles actividades en realidad forman los modos de ver el mundo que
tienen los chicos? ¿La escuela se puede reemplazar con la conectividad en el vínculo
estrecho de la palabra? ¿Las TIC es un complemento de información o es
información en sí misma?
Ahí debe replantearse qué papel tiene la
escuela en el contexto de pandemia con respecto de las nuevas tecnologías, y no
es sólo en enseñar a usarlas. Se trata de como acompañamos a les pibes a leer
toda esa información, esas significaciones, esa riqueza que aparece en el mundo
de la pantalla.
En conclusión, el aislamiento obligatorio y el contexto
mundial de pandemia, ha abierto una nueva complejidad y un amplio debate en el
sistema educativo. Acortar la brecha digital no parte solamente de garantizar
el acceso por igual a todes les estudiantes –aunque es primordial refundar la
política pública conectar igualdad-, sino también de profundizar en la realidad
social que interpela a les estudiantes y adaptarse a los nuevos saberes
diseminados, y dotar desde un análisis multidimensional a esta nueva realidad
que ponen al descubierto las TIC.
A su vez, aceptar los nuevos roles del saber y por sobre todo la re significación de la función de la escuela. Crear los vínculos afectivos y emocionales en donde se construyen subjetividades, nuevas ciudadanías, y la construcción social del sentido. Ahí, el poder se vehicula y se disputa. El desafío, como manifiesta, Mariana Maggio es “mirar el curriculum desde perspectivas que lo flexibilicen, nuevos modos de funcionamiento, rediseñar el aula en un sentido acorde a una sociedad en red y desarmar la evaluación en su forma tradicional”[6]. Quizás, la modalidad dual, sea un destino de los niveles educativos obligatorios.
Por Gonzalo Niggli
[1] Perkins, David. (1992) La escuela
inteligente. Buenos Aires, Gidesa. Pág. 132
[2] García Márquez, gabriel. Muerte constante
más allá del amor. En referencia: https://www.ingenieria.unam.mx/dcsyhfi/material_didactico/Literatura_Hispanoamericana_Contemporanea/Autores_G/GARCIA/Muerte.pdf
[3] Barbero, J M (1987). De los medios a las
mediaciones. México: Editorial.
[4] Dussel, Inés; Quevedo, Luis Alberto (2010).
VI Foro Latinoamericano de Educación; Educación y nuevas tecnologías: los
desafíos pedagógicos ante el mundo digital. Buenos Aires: Editorial Santillana.
[5] De Alba, A (1995). Curriculim: crisis, mito
y perspectiva. Niño y Durela editores, Bueno Aires.
[6] Maggio, M. Entre la inclusión digital y la
recreación de la enseñanza: el modelo 1 a 1 en Argentina. Campus Virtuales nº
01, v. I, 2012, Revista Científica de Tecnología Educativa. Buenos Aires.
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