Shakespeare describe muy bien la
naturaleza del dinero. Para comprenderlo, comencemos por la explicación del
pasaje de Goethe.* Lo que existe para mí mediante el dinero, lo que puedo pagar,
es decir, lo que el dinero puede comprar, yo lo soy: yo, el poseedor del dinero
mismo. Tan grande como sea la fuerza del dinero, es mi fuerza. Las virtudes del
dinero son mis virtudes y mi poder, lo de su poseedor. Lo que soy y lo que
puedo no está de ningún modo determinado por mi individuo. Soy feo, pero puedo
comprarme la mujer más bella. Así pues, no soy feo, porque el efecto de la
fealdad, su fuerza repulsiva, es anulada por el dinero. Soy —mi individuo es—
cojo, pero el dinero ¡me procura 24 pies !; así que no soy cojo. Soy un mal
hombre, deshonesto, sin conciencia, sin espíritu, pero el dinero es honrado;
luego, su posesor lo es igualmente.
El dinero es el mayor bien, luego su
posesor es bueno; el dinero me ahorra la pena de ser deshonesto, luego se me
supone honesto; estoy desprovisto de espíritu, pero el dinero es el espíritu
verdadero de todas las cosas, ¿cómo va a estar desprovisto de espíritu su
posesor? Y además, puede comprarse personas espirituales, ¿no es más espiritual
que lo más espiritual? Yo, que gracias al dinero, puedo todo a lo que aspira un
corazón humano, ¿no tengo en mi posesión todos los poderes humanos? Mi dinero
¿no transforma todas mis insuficiencias en su contrario? Si el dinero es el
lazo que me liga a la vida humana, a la sociedad, a la naturaleza y al hombre,
¿no es el lazo de todos los lazos? ¿No puede anudar y desanudar todos los
lazos? ¿No es por esto mismo el medio universal de separación? Es la verdadera
moneda divisionaria, así como el verdadero medio de unión, la fuerza
galvanoquímica de la sociedad.
Shakespeare anota sobre todo dos
particularidades del dinero:
1. Es la divinidad visible, la
transformación de todas las virtudes humanas y naturales en su contrario, la
confusión y la falsificación generales de todas las cosas; reconcilia a los
inconciliables.
2. Es la prostituta universal, el
entremetido universal de los hombres y los pueblos. El trastorno y la confusión
de todas las cualidades humanas y naturales, la fraternización de los
imposibles —la potencia divina— del dinero, se basan en su esencia, en tanto
que esencia específica del hombre hecho extranjero, que aliena y se aliena. Es
el poder alienado de la humanidad.
* Marx alude a dos párrafos de
Fausto y de Timón de Atenas, que ha citado anteriormente.
Fuente: Karl Marx: Manuscritos
económicos y filosóficos de 1844, pp. 145-146
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